Hijas de Zeus y Mnemosine y compañeras del séquito de Apolo -Dios olímpico de la música y patrón de las Bellas Artes-, las Musas eran, según los autores más antiguos, las divinidades inspiradoras de las artes y el conocimiento.
Nueve musas en total que se repartían ámbitos tan diversos como la astronomía, la danza , la poesía lírico-amorosa o la Historia.
Estas musas -Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, que así se llamaban- descendían a la tierra a inspirar a cuantos mortales capaces de verdad las invocaran, susurrándoles ideas que habrían de germinar en el talento humano receptor.
Si esto así, no poco debió de recibir Francisco de Quevedo -autor de obra tan viaria- de ellas en estas visitas, tanto que, cuando se plantea reunir el total de su obra poética, se idea hacerlo bajo títulos tan iluminadores al respecto como Parnaso Español. Monte en dos cumbres dividido con las nueve musas castellanas donde se contienen poesías (1648) como Las tres Musas últimas castellanas (1670).
Al hilo del IV Centenario de su Nacimiento, se editó en Madrid esta edición facsímil que ahora les presentamos y que recoge los grabados que, a partir de dibujos de Luis Paret, realizaron grabadores de primera como Ametller o Tejada entre otros, y que ilustraron en su día obras de Quevedo.
Ya era hora de que en el Museo -originariamente, casa o templo de las Musas- nos acordáramos de ellas.
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