'La imagen romántica de Andalucía' es el título de la nueva exposición temporal que inauguraba esta mañana en nuestro espacio 'De Paso' la delegada de Cultura, Susana Rivas.
Fiel a nuestro compromiso con García Gutiérrez y el Romanticismo acudimos a esta cita anual arrancando en torno al Día del Libro y poniendo punto y final el próximo 10 de julio, en las inmediaciones del nacimiento del ilustre autor chiclanero.
La exposición tiene por objeto la imagen que el Romanticismo tuvo y difundió, a través de los viajeros europeos -escritores y dibujantes, codo con codo- y que todavía en no poca medida perdura. Las visitas en tropel del turismo actual dificultan comprender -incluso contemplar- aquello mismo que se tiene ante los ojos, la realidad en la que -sobre raíles bien trazados- uno se adentra. Como si de un experimento cuántico se tratase, el mismo observador deviene parte del experimento resultando, a la vez que observador, objeto observado. Pero no fue siempre así la cosa pues, antes de la democratización turística del viaje, los viajeros eran pocos y no frecuentes, lo que permitía que
en sus largas expediciones, el viajero ocasional -difícilmente contaminante en su escasez numérica- apenas alterase la realidad a la que se acercaba con afán frecuente de inmersión en ella.
Entonces, viajar no era inquietud de fin de semana o puente a lo largo y ancho de una geografía más o menos acotada. Era una experiencia más abierta a lo sorpresivo. Una cierta -y paradójica- quietud posibilitaba una mayor hondura. La formación de la que con frecuencia los viajeros gozaban contribuía no poco a ello.
Luego pocos y formados. Pero he aquí la trampa: también en el punto de partida el experimento puede resultar, a conciencia o no, distorsionado, escorado, contaminado y manipulado. Desde la misma hipótesis tomada como punto de partida. Los viajeros no llegaban vírgenes a un destino -paisajes y paisanajes- por descubrir: venían cargados de relatos previos, de lecturas, con imágenes preconcebidas a confirmar, con prejuicios difícilmente refutables cuando se empecina la voluntad -por más atractivos- en ratificarlos.
Una España legendaria, aparte otras épocas de marcada singularidad, de castillos y templos medievales, de una Edad Media con sabor oriental sobre todo, de un oriente realmente próximo y a mano -al alcance de la mano, también del bolsillo-, una España de flamencas y toreros, de serranos bandoleros,… La España tópica que, de manera especial, perecía concentrarse en una Andalucía exótica muy al gusto de la nueva burguesía. Así la recogieron y proyectaron, incluso al final del XIX, las exposiciones universales que pusieron de moda Andalucía y contribuyeron a aumentar la afluencia de visitantes a nuestra tierra cimentando la actual industria del turismo.
Esta imagen, a tono con un Romanticismo que busca en tiempos remotos la raíz identitaria de las naciones, es la que recogieron los libros ilustrados del XIX, entro otros Le tour du monde con las populares ilustraciones de Doré, The Tourist in Spain de Thomas Roscoe con grabados realizados a partir de dibujos de David Roberts o -otro sentido ya de la ilustración- en anterior trabajo Voyage pittoresque et historique de l’Espagne de Alexandre Laborde.
A la medida que el mundo se viste de uniforme, viajar, si tal, es viajar en el tiempo. Los viajeros románticos lo tenían ya claro.
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