Demasiado largo este periodo para resolverlo en un solo adjetivo. La Edad Media -o Medievo- se extiende, a lo largo de mil años, entre los siglos V y XV, acotada por la caída del Imperio Romano de Occidente y la segunda mitad del XV, con el fin del Imperio Bizantino o el descubrimiento de América.
Los Siglos Oscuros que nos decían no hace tanto en las escuelas elementales. Pero en mil años no cambia poco la luz. Y de la luz de estos siglos trata en cierto modo esta nueva Exposición Temporal que ahora les ofrecemos.
Por supuesto que el avance de las artes -en su más genuino, antiguo significado- hicieron lo suyo. Y que el olvido de cotas alcanzadas en el arte clásico tuvo también su peso. Pero conviene recordar que el arte de una época -al menos en esas donde habían corrientes o estilos claramente hegemónicos- respondían a una concepción del ser humano y, en general, del mundo.
Durante siglos, en la Europa medieval y mayormente cristiana, predominó el pensamiento platónico. El desprecio del cuerpo -cárcel del alma- y, en consecuencia, de los sentidos como fuente de conocimiento se dejó sentir sin duda en la creación artística. El resurgimiento de Aristóteles, de la mano de árabes y judíos y, tras ellos, de algunos pensadores cristianos, recuperó el valor de los sentidos, y el arte, en estos últimos siglos del medievo, tomó la senda del realismo naturalista.
De aquellas iglesias románicas oscuras -apenas la tímida luz que las aspilleras consentían- en las que la luz parecía brotar -con los ojos cerrados- del interior a las descomunales vidrieras a través de las cuales la luz de fuera invadía el interior de catedrales góticas. Dos estilos plásticos que surgían de espiritualidades diferentes que, a la vez, propiciaban.
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