En pleno -y largo- periodo de crecimiento (demográfico, económico, etc.), la ocupación francesa va a suponer para Chiclana unos años -pocos pero severos, y de larga huella- de recesión. Y es que, si bien es cierto que ese crecimiento lo era con altibajos (comercio con Indias, peste, fiebre amarilla), ningún periodo será más oscuro que esa ocupación en la que se enmarca la Batalla de Chiclana.
La campaña de Andalucía fue rápida y eficaz para el ejército imperial francés, pero la resistencia de la Isla de León y de Cádiz impidió una victoria completa a las tropas francesas. El largo asedio a estas ciudades hizo que fuesen ocupados los pueblos del entorno de la Bahía de Cádiz. La llegada de las tropas francesas a Chiclana en 1810 convertirá esta localidad en un inmenso campo militar.
Pero no sólo acogió Chiclana este campamento, sino que, además, tuvo lugar en su término la denominada Batalla de Chiclana o de la Barrosa, en la que el 5 de marzo de 1811 se enfrentaron las fuerzas aliadas (la española con el general Lapeña al frente y la inglesa con el general Graham) a las del ejército sitiador. Los fines perseguidos con esta batalla no se alcanzaron, resultando que ni se logró romper el bloqueo de Cádiz ni se aseguró la comunicación con la Isla de León. Las tropas francesas permanecieron en Chiclana hasta agosto de 1812, dejando tras de sí una tierra arruinada y casi despoblada.
De todo ello da cuenta una serie de piezas expuestas -grabados con los protagonistas de aquellos acontecimientos, mapas, proyectiles, réplicas a escala de los uniformes, croquis con los movimientos estratégicos de las tropas, y una maqueta reproduciéndolos que hace las delicias de los visitantes más jóvenes.